Escrito por: Petra Saviñón (petrasavinon@gmail.com)
Una noticia tiene relevancia de acuerdo con la importancia que le dan los medios de comunicación. La trascendencia, que quede por días en la boca de la gente, dependerá del tamaño que el asignen los periódicos, del tiempo en el aire que le den los canales de televisión.
Así, un hecho espeluznante puede aparecer en un reducido espacio de un medio impreso o tener una pequeña mención en un noticiero y pasar sin pena ni gloria, sin el más leve impacto.
En cambio, si el sucedo es destacado, tratado con amplitud, entonces viene el seguimiento y pueden hasta descubrirse nuevas aristas.
Una queja constante de los lectores es que acentuar la noticia dependerá del estatus de los protagonistas, víctimas o victimarios. Así, unos y otros adquieren relevancia de acuerdo con ese diseño de esquemas.
Por eso, con frecuencia olvidamos que más que el quién, en casos de tragedias pesa el hecho.
En los feminicidios, por ejemplo, todas las muertas deben tener el mismo peso ante la sociedad, porque todas dejan una estela de dolor, horadan, desnudan un sistema al que faltan elementos para salvarlas.
Por eso indigna que en igualdad de atrocidad, unas sean relegadas al breve espacio en el que ya no estarán más.
Así ocurre con muchas otras víctimas de diversos delitos y es una manera más de abatirlas, de relegarlas a una nada injustificable, vil.
A veces sucede de manera impensada, solo porque damos más cabida a la teoría que a los hechos y así tenemos medios llenos de declaraciones en detrimento de seres humanos afectados por desgracias.
Sea la razón que sea, el sentido común nos indica que es hora de revisar, de hacer un mea culpa periodístico.
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